La fe católica tiene muchas tradiciones que son hermosas y profundas, llenas de enseñanzas y de evangelización. Yo tuve la suerte de nacer y de crecer en México, y ahí aprendí acerca de mi fe por medio de estas tradiciones. Por ejemplo, las posadas son una celebración que tienen mucho que enseñarnos acerca de la fe católica. Las celebraciones duran nueve días, comenzando el 16 de diciembre hasta el día de Noche Buena—de esta manera se reza una novena. Durante estos nueve días, hay una procesión desde la parroquia del pueblo hasta una de las calles donde se construye un nacimiento. Un líder de cada calle organiza a todas las personas que viven en esa calle y todos trabajan juntos para construir el nacimiento, cocinar la comida, decorar las calles, hacer las piñatas, y comprar los dulces para todos los niños del pueblo. El líder también escoge un niño y una niña para que se vistan como San José y como la Virgen María, y otro niño o niña para que sea un ángel. La Virgen María monta un burrito, guiado por San José, desde la parroquia hasta el lugar del nacimiento, seguidos por todos los niños del pueblo vestidos como pastores. El sacerdote de la parroquia guía el Rosario, los cantos, y los rituales, seguido por todo el pueblo. Las Posadas sirven como ejercicios espirituales de preparación para el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. La procesión es seguida por una celebración donde los niños rompen piñatas, cantan y juegan algunos juegos.
Cada día Las Posadas nos enseñan una lección, porque cada día está dedicada a una virtud: generosidad, humildad, caridad, valor, desprendimiento, pureza, justicia, alegría, y confianza. Cada una de ellas es una verdadera fiesta. María y José mostraron todas estas virtudes: cuando se dieron cuenta que ellos serían los padres de la Palabra de Dios encarnada, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, ellos pudieron exigir cualquier cosa de cualquier persona. Sin embargo, ellos fueron de un lugar a otro buscando un lugar para pasar la noche. Su ejemplo nos enseña humildad. Mirar a la Reina del Cielo y su bienaventurado esposo ir tocando de puerta en puerta nos muestra que ellos eran lo suficientemente humildes para creer en la providencia de Dios, y que Él prefiere a los humildes sobre los orgullosos.
Las Posadas también nos enseñan acerca de la hospitalidad. Como ya sabemos, la Virgen María estaba a punto de dar a luz al niño Jesús, pero ella y San José no pudieron encontrar un lugar donde pasar la noche. Nadie les abrió las puertas de su casa y no había lugar para ellos en los hostales. Esto me enseñó a sentir lo que ellos debían sentir cuando nadie les abría las puertas. Esto es algo que aún pasa hoy en día: hay mucha gente desesperada por abandonar su país de origen y no son bienvenidos en otros países que no son los de ellos. Ellos están huyendo de la violencia, la pobreza, y el peligro tratando de encontrar una vida nueva en otro país, pero les cierran las puertas en sus caras; son olvidados, marginalizados, y tratados sin respeto. Son despojados de su dignidad, frecuentemente obligados a realizar trabajos que nadie más quiere hacer por mucho menos dinero del que merecen. Al igual que la Sagrada Familia necesitó ayuda hace 2,000 años, hoy hay gente que necesita nuestra ayuda y nosotros necesitamos abrirles las puertas de nuestros corazones y dejarlos entrar. Hay mucha gente en nuestra sociedad que necesita nuestra caridad y nuestra hospitalidad para tener una mejor vida.
Desafortunadamente, la celebración de Las Posadas será diferente este año debido a las restricciones de la pandemia, pero aun así podemos rezar el Rosario en familia en casa y pedirle a los familiares y amigos que nos acompañen por las plataformas en línea y/o por las aplicaciones de otros dispositivos. Otra buena idea para celebrar este año bajo la situación actual es donando comida, ropa, y otros bienes a nuestras parroquias y/o a otras organizaciones que ayudan a la comunidad.
Cuando yo era un niño, no entendía la verdadera importancia de Las Posadas. Ahora sé que son más que una excusa para juntarnos, compartir comida, y divertirnos. Las Posadas me enseñaron a compartir lo que yo tengo con aquellos menos privilegiados y a practicar la hospitalidad y a acoger a aquellos que tienen necesidad.