La Palabra de Dios nos invita este V Domingo de Cuaresma a ser totalmente auténticos Cristianos, a aprovechar todo el poder que Dios pone a nuestro alcance para permanecer limpios de la corrupción que en este mundo parece envolvernos hasta ahogarnos. Vemos que esa corrupción se cuela por todos los estratos de la sociedad, de los gobiernos de las Naciones y tristemente hemos de reconocer que hasta a miembros de la misma Iglesia. Sin embargo tenemos la promesa de Cristo que la Iglesia nunca será totalmente invadida por la corrupción porque Cristo puso en el ADN de la Iglesia, la semilla de la Vida Eterna que la empuja a la Resurrección, pero todos tenemos que poner un cuidado muy especial para no contagiarnos. Vemos que San Pablo nos da su ejemplo de su tesoro que es su trato personal con Cristo y que es lo Nuevo que el profeta Isaías nos incita a notarlo en nuestra vida como acto personal y amoroso de Dios por nosotros.
En el Evangelio vemos como los Fariseos ya tocados por la corrupción manipulan las escrituras para tentar a Cristo. De la misma manera que el Diablo lo hizo. Según ellos citan las Escrituras pero no son fieles. Lo podemos ver en Levítico 20; 10 y en Deuteronomio 22;22, donde vemos claramente que no se refiere sólo a las mujeres sino a los dos adúlteros. De alguna manera Jesús se los hace notar con lo que escribe con su dedo en la tierra y unido a sus palabras todos los abandonan. Ahí vemos la Misericordia de Dios que no rompe la Ley sino que la respeta pero para beneficio del pecador, no para condenarlo. Jesús la despide libre pero no para que siga haciendo lo que quiera sino para que no peque más.